Un estudio sobre leucemia mielógena aguda y síndrome mielodisplásico cuestiona los criterios de exclusión estándar para ensayos convencionales
Los hallazgos de un nuevo estudio indican que los pacientes con leucemia mielógena aguda (AML) o síndrome mielodisplásico (MDS) que son excluidos de los ensayos clínicos convencionales debido a condiciones de comorbilidad pueden verse beneficiados al participar en ensayos de intervenciones de baja intensidad.
“La mayor parte de los estudios clínicos de AML y MDS excluyen a los pacientes con comorbilidades, neoplasias activas o recientes de otro tipo, disfunción orgánica o estado funcional deficiente”, dijo el Dr. Guillermo García-Manero, profesor del Departamento de Leucemia del MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas. “Sin embargo, la forma en que estos criterios protegen a los pacientes no es clara. Si bien algunos se basan en el razonamiento clínico, parecería que algunos criterios se aplican más para proteger el fármaco o la intervención objeto de estudio que para proteger al paciente”.
El Dr. García-Manero y sus colegas procuraron determinar si los pacientes que serían excluidos de estudios convencionales debido a las razones señaladas podrían ser tratados en un ensayo clínico. El estudio de dos fases incluyó reglas estadísticas para la suspensión temprana del estudio en cuanto a supervivencia, respuesta y toxicidad.
En la fase inicial del estudio, de grupo único, 30 pacientes (16 con MDS y 14 con AML) recibieron bajas dosis de azacitidine más vorinostat. Las tasas de respuesta general y completa fueron de 40% y 27%, respectivamente; la tasa de supervivencia general a 60 días fue de 83%, en tanto que la mediana de las duraciones de supervivencia general y de supervivencia sin eventos fue de 7.8 y 5.1 meses, respectivamente. Los principales eventos adversos fueron efectos tóxicos gastrointestinales de grado 1 o 2.
En la fase aleatorizada subsiguiente del estudio, 79 pacientes (47 con MDS y 32 con AML) recibieron bajas dosis de azacitidine sola (27 pacientes) o de azacitidine más vorinostat (52 pacientes). En los grupos de monoterapia y terapia combinada, las tasas de supervivencia a 60 días (67% y 85%, respectivamente), las tasas de respuesta general (48% y 46%, respectivamente), las duraciones de supervivencia general (6.1 y 7.6 meses, respectivamente) y las duraciones de supervivencia sin eventos (3.0 y 5.5 meses, respectivamente) no difirieron considerablemente. Una vez más, los principales eventos adversos fueron efectos tóxicos gastrointestinales de grado 1 o 2, que ocurrieron con más frecuencia en el grupo de terapia combinada (81%) que en el grupo de monoterapia (56%).
Un análisis univariante reveló que un estado funcional de 3 o más, una concentración de creatinina o bilirrubina de 2 mg/dL o más, y la presencia de otra neoplasia no afectaron adversamente la supervivencia a 60 días, la supervivencia general o la supervivencia sin eventos. Además, una calificación de 2 o 3 en la índice Evaluación de Comorbilidad en el Adulto-27 no redujo la duración de la supervivencia.
El Dr. García-Manero y sus colegas llegaron a la conclusión de que los criterios de exclusión estándar utilizados en los ensayos clínicos para los pacientes con AML y MDS deben revaluarse. En opinión del equipo, la flexibilización de los criterios podría poner agentes experimentales a disposición de pacientes cuyos malos pronósticos los convierten en las personas que más probabilidad tendrían de beneficiarse.
Los resultados del ensayo se presentaron en diciembre en la 58a. Reunión Anual de la Sociedad Americana de Hematología.
OncoLog, Enero 2016, Volumen 62, Número 1