El “Entrenamiento del hambre” ayuda a controlar el peso y puede reducir el riesgo de cáncer
Un ensayo clínico pone a prueba una estrategia de pérdida de peso para reducir el riesgo de cáncer en participantes obesos
La obesidad, ya asociada a una lista interminable de otras enfermedades, ahora es la primera causa de cáncer entre los no fumadores. Sin embargo, las estrategias destinadas a evitar la obesidad suelen ser obstaculizadas por los hábitos de alimentación que las personas han tenido toda su vida. Para ayudar a las personas a romper con estos hábitos y evitar la obesidad—así como el riesgo de cáncer que la acompaña—los investigadores del MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas se encuentran investigando ahora un nuevo abordaje del tratamiento del peso que ayuda a las personas a reevaluar su relación con la comida.
“Los datos epidemiológicos demuestran que la obesidad se asocia a un mayor riesgo de cáncer, pero aún no tenemos muchos datos sobre cómo la pérdida de peso afecta el riesgo de sufrir cáncer”, dijo la Dra. Karen Basen-Engquist, Ph.D., profesora del Departamento de Ciencias Conductuales. “Sí contamos con algunos datos que indican que la pérdida de peso se asocia a un menor riesgo de desarrollar cáncer de endometrio, y estamos comenzando a ver datos que demuestran que una gran pérdida de peso después de una cirugía bariátrica se asocia a un menor riesgo de cáncer”.
Si bien los mecanismos exactos no están claros, se cree que la obesidad aumenta el riesgo de cáncer fundamentalmente debido a la acumulación de tejido adiposo. El tejido adiposo—grasa—es muy metabólicamente activo y segrega numerosos factores de crecimiento y hormonas asociados al desarrollo y la evolución del cáncer. Por ejemplo, el tejido adiposo segrega estrógeno, que promueve muchos cánceres de mama, así como factor de crecimiento endotelial vascular, el cual permite la transformación maligna promoviendo la angiogénesis. Debido a que la obesidad suele ir mano a mano con una dieta pobre, los factores relacionados con la dieta también pueden contribuir al desarrollo del cáncer. Asimismo, la genética puede cumplir una función en la relación entre la obesidad y el cáncer.
“Probablemente no se trata simplemente de un solo aspecto que podemos señalar, sino de una serie de características que están vinculadas con la obesidad y que ayudan a estimular un mayor riesgo de cáncer”, dijo la Dra. Basen-Engquist, “y las características de estímulo podrían ser distintas según los distintos tipos de cáncer”.
La importancia de lograr el equilibrio
El equilibrio energético—el estado en el cual la cantidad de calorías que una persona gasta es igual a la cantidad de calorías que esa persona consume—es clave para mantenerse en un peso saludable, dijo la Dra. Susan Schembre, Ph.D., profesora adjunta y dietista registrada del Departamento de Ciencias Conductuales.
“Los alimentos son combustible y nutrientes; en términos fisiológicos, no son nada más que eso”, dijo la Dra. Schembre. “Pero nosotros comemos por otros motivos. Comemos para celebrar, o para gratificarnos, o para reconfortarnos”.
En otras palabras, el deseo de comer puede no estar conectado a un indicio fisiológico de la necesidad de recibir combustible. Esta desconexión se ve alentada por intervenciones intensivas para perder peso que se concentran en programar estrictamente horas para las comidas a fin de contrarrestar la tendencia a comer fuera de esos períodos. Entonces, una vez que terminan esas intervenciones, los pacientes vuelven a los hábitos de alimentación deficientes que tenían con anterioridad.
“La relación de las personas con la comida y su desconexión de los indicios fisiológicos pueden interferir en su capacidad para controlar el peso”, dijo la Dra. Schembre. “Es necesario proporcionarles las habilidades para que comprendan su relación con la comida y aprendan a autorregularse”.
Entrenamiento del hambre
Para ayudar a las personas a cortar sus conexiones poco saludables con la comida y controlar mejor su peso, la Dra. Schembre y otros investigadores están recurriendo a una intervención llamada “Hunger Training”, o “Entrenamiento del hambre”. El propósito del Entrenamiento del hambre es enseñar a las personas a reconocer cuándo verdaderamente tienen hambre; es decir, cuándo tienen un equilibrio energético negativo y sus cuerpos necesitan combustible.
Los pacientes que practican el Entrenamiento del hambre utilizan monitores de glucosa para evaluar su necesidad de comer. (La glucosa se utiliza como biomarcador de la condición energética a corto plazo; sirve como una medida indirecta de la necesidad fisiológica de comer). El monitor de glucosa—generalmente, un aparato similar a un parche que se coloca en el antebrazo y se fija con un adhesivo—se conecta en forma inalámbrica con un lector que permite a los pacientes verificar sus niveles de glucosa en tiempo real. El nivel de glucosa en sangre que indica que una persona está en ayunas, o en un nivel cercano, es el umbral que señala el “hambre verdadero” o un déficit energético y la necesidad de comer.
“Con el Entrenamiento del hambre, no existen otras recomendaciones en cuanto a dieta; simplemente se trata de no comer si el nivel de glucosa está por encima del umbral correspondiente”, dijo la Dra. Schembre.
El Entrenamiento del hambre dura generalmente entre 3 y 4 semanas. Una vez que los pacientes aprenden a asociar las sensaciones de verdadero hambre con el número que aparece en el glucómetro—es decir, cuando han aprendido a detectar qué es el verdadero hambre y a comer en consecuencia—suspenden el entrenamiento.
Los ensayos recientes del Entrenamiento del hambre han sido prometedores, dijo la Dra. Schembre. “Las personas que utilizan esta intervención han perdido hasta un 7% de su peso corporal inicial en 5 meses. Estos resultados son tan buenos si no mejores que otras intervenciones más intensivas, que suelen lograr una pérdida de peso promedio del 5%”, dijo la Dra. Schembre.
El hecho de si estos resultados son perdurables todavía no ha sido probado, y la Dra. Schembre dijo que en su opinión podría ser necesario un programa “de refuerzo” para reorientar a los participantes al entrenamiento a largo plazo.
La Dra. Schembre y sus colegas han iniciado un ensayo clínico (N.º 2017-0507) para determinar los efectos del Entrenamiento del hambre en la pérdida de peso en mujeres obesas postmenopáusicas con un alto riesgo de desarrollar cáncer de mama. El ensayo está inscribiendo a mujeres con un índice de masa corporal de 30 kg/m2 o superior e identificadas con un alto riesgo de cáncer en función de sus antecedentes y su historial médico. Posiblemente, los futuros estudios del Entrenamiento del hambre se concentren en la relación entre la obesidad y el cáncer en diferentes poblaciones.
“Tendremos oportunidades para investigar esta intervención en otras poblaciones, como los pacientes con cáncer que reciben tratamiento y los sobrevivientes del cáncer, pero estamos dando un paso por vez”, dijo la Dra. Schembre.
Para más información, comuníquese con la Dra. Karen Basen-Engquist llamando al 713-745-3123 o escribiendo a kbasenen@mdanderson.org, o con la Dra. Susan Schembre al 713-563-5858 o escribiendo a sschembre@mdanderson.org. Para información sobre el ensayo del Entrenamiento del hambre para mujeres postmenopáusicas con alto riesgo de cáncer de mama, visite www.clinicaltrials.org, llame al 713-794-5494, o envíe un mensaje de correo electrónico a takecharge@mdanderson.org.
OncoLog, Abril 2018, Volumen 63, Número 4
Los programas de contacto ayudan a las comunidades a superar los obstáculos para vivir de manera saludable
Prevenir la obesidad requiere algo más que motivación individual. Los entornos de las personas también modelan sus oportunidades para tener un estilo de vida saludable, dijo la Dra. Lorna McNeill, Ph.D., M.P.H., profesora asociada y presidenta del Departamento de Investigaciones sobre Desigualdad en la Salud.
“Tenemos que advertir que las personas son afectadas por su familia, su cultura y su educación”, dijo la Dra. McNeill. “No podemos simplemente concentrarnos en la persona y pensar que vamos a lograr cambios perdurables. Es preciso considerar el contexto en el cual vive esa persona”.
La Dra. McNeill desarrolla intervenciones que funcionan dentro del contexto del entorno social de las personas con el fin de ayudarlas a superar los obstáculos para tener un estilo de vida saludable. Sus proyectos se dirigen en gran medida a poblaciones minoritarias en comunidades menos privilegiadas, cuyo riesgo de obesidad es superior al de la población general. Estos proyectos, que se concentran en el apoyo social, particularmente entre las mujeres, han incluido reclutar a participantes para una intervención basada en el yoga a través de las iglesias y establecer una cooperativa de alimentos saludables en una iglesia situada en un desierto alimentario (un área con acceso limitado a alimentos nutritivos).
Uno de los principales objetivos de la Dra. McNeill es comprender la relación entre el medio ambiente y la actividad física; específicamente, cómo el medio ambiente afecta a las personas mientras estas adoptan la actividad física y cómo las afecta después de que han adoptado y mantenido la conducta.
Superar las barreras ambientales a la actividad requiere colocar programas innovadores, basados en evidencia, al alcance de la comunidad para que más personas puedan acceder a ellos, dijo la Dra. McNeill. Agregó que el principal problema de estos programas es encontrar maneras para comprometer a las personas en la medida suficiente para garantizar su adhesión a largo plazo a las conductas que promueven las intervenciones.
“Algunas intervenciones pueden lograr cambios de conducta de las personas para bajar de peso en 3 meses, pero luego se produce un retroceso en ellas y aún no sabemos cómo hacer para que mantengan lo que han comenzado”, dijo la Dra. McNeill. “Como investigadores, ese es el obstáculo más difícil que aún no hemos podido derribar”.
Para obtener más información sobre el Departamento de Investigaciones sobre Desigualdad en la Salud, visite http://bit.ly/2DLytOA.